Más alto que los otros, caminaba
aquel hombre lejano entre los
hombres;
apenas si llamaba por sus
nombres
secretos a los ángeles. Miraba
lo que no ven los ojos terrenales:
la ardiente geometría, el
cristalino
laberinto de Dios y el remolino
sórdido de los goces infernales;
sabia que la Gloria y el Averno
en tu alma están y sus mitologías;
sabía como el griego, que los
días
del tiempo son espejos del
Eterno.
En árido latín fue registrando
últimas cosas sin por qué ni
cuándo.
(Jorge Luis Borges a cerca de Emanuel Swedenborg)
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