Ataúlfo, hijo del gran Alarico, el amado esposo de la romana Gala Placidia, fue asesinado por un esclavo llamado Dubius, que le asestó varias puñaladas.
A éste (Ataúlfo) le sucedió, en contra de lo que el propio rey ordénase, el sanguinaro Sigerico, el cual mandó ejecutar a los seis hijos de Ataúlfo.
El vengativo y cruel Sigerico murió de su propia medicina, asesinado por los seguidores de Walia, hermano del rey Ataúlfo.
El asesinato, pues, la traición, el exilio y el vengativo orgullo, fueron siempre consustanciales con la historia de España, para bien o para mal. Pero los españoles siguen siendo olvidadizos, más bien no para mal, sino para peor.
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