Jaime, con esta puta vida
de rodillas, sin nada grande
que hacer, y sin que la poesía
sirva sino para dolerle más
a los rebeldes y enriquecer un día
a esos uniformados del ademán
correcto y la corbata fina?
¿Qué puedo hacer yo, Jaime,
si la vida es una prostituta inclemente
y es mi incredulidad eterna?
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