Le vieron llover lágrimas al cielo de sus sueños los mendigos, las putas, los suicidados y los fantasmas que iban a caballo, silenciosos, como don Segundo Sombra. Le vieron entre libros viejos, borrosos, despintados, mirando un hemisferio de dudas bondadosas y un mundo de soldatitos de plomo desplomados al suelo por disparos de angustia o balazos de frío.
Le vieron llover lágrimas al cielo los suicidados, los inventores de la soledad sin epitafios. Le vieron entre libros desmembrados y cartas azules como heridas de ausencia, creando un humanísimo desdén y un poema por su propia mano meneado.
Le vieron llover lágrimas las calles como si Nerval habitara en su pensamiento y fuera la muerte sólo una mirada sin ángulos ni vértices a los adentros del olvido absoluto.
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