Como Nietzche, nunca tendré casa. Tendré, eso sí, como el gran filósofo alemán, mi "camino propio", aunque ya se sabe que cuando se sigue una camino propio, nadie sale a socorrerle a uno. Y se sabe también que hay que pagar un alto precio para que no nos expulsen de nosotros mismos y nos desarreglen el único rincón donde podemos descansar los que nunca tendremos casa: el pensamiento.
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