Cuando caigo en otro dolor
a lo que no puedo llamar dolor,
pero duele poderosamente
y te deja doblemente desamparado,
porque duele y porque lo desconoces,
te llamo sin pensarlo, madre,
y se abren en el cielo girasoles
y llueven nubes de algodón
en el estanque de los cisnes rojos.
Cuando caigo en otro dolor
a lo que no puedo llamar dolor,
me ciego los ojos y te miro.
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