viernes, 21 de enero de 2011

Veo la sombra de los muertos y siento el oleaje de una mar que ya no existe. Miro donde jamás nadie estuvo y toco el eco de la palabra sangre. Desde una isla deshabitada escribo un libro para leerlo yo mismo, mientras las nubes juegan, caprichosas, con los restos del naufragio. Oigo los adioses de los saludadores de todos estos seres ahogados en el mundo y siento el oleaje de una mar que ya no existe y me baña los pies.
Veo la sombra de las estrellas más desoladas, mientras escribo los sueños de los escritores que nunca fueron a isla alguna. Miro donde estuvieron los artistas de antes de todas las guerras y toco el eco de la palabra música.