viernes, 5 de septiembre de 2008

Llegó septiembre, como siempre,
borracho de cosechas y colores,
escoltado por nubes y ese viento
que huele a deseo y a frutos,
al recuerdo marino de aquellos pescadores
que nunca más volvieron.
Llegó septiembre, tan callado,
ávido de la música atenta
que nos crea otro mundo,
mientras los parias sueñan
con países pintados de amarillo.
Llegó septiembre, anocheciendo,
con ladridos de mastín
a los lobos sinestésicos.

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