domingo, 10 de abril de 2011

En España hay tantas editoriales como escritores y, según los críticos, los editores y hasta los mismos escritores, buenas editoriales, excelentes escritores y lectores a los que no suelen calificar o adjetivan de manera poco afectiva. Escribo sobre las editoriales, los escritores, los críticos y los lectores porque en España, donde nací o me nacieron, los escritores que merecen la pena se cuentan con los dedos de una mano, los críticos imparciales, también, y en cuanto a los lectores, pues no somos muchos ni muy avezados ni tampoco muy importantes, al parecer, porque las editoriales publican libros de extranjeros y de muertos, en general, puesto que eso les resulta más vendible y más rentable; los escritores escriben casi todos en su propia casa o editorial; los críticos en su propia revista o periódico y, en cuanto a los lectores, leen más periódicos gratis y de noticias absurdas y poco contrastadas ni pensadas, que novelas, poemas, cuentos o cualquier otra manifestación literaria.
En España además, las editoriales, los escritores, los críticos y hasta los lectores se dividen o toman partido por la izquierda o la derecha,con lo que siendo tan pocos y tan malos, se tornan encima políticos de poca monta, tertulianos de salón de pasos pintados, intelectuales de izquierda o literatos fachas. En fin, que en España, donde nací o me nacieron, lo que de veras mueven el cotarro editorial no son los escritores ni los lectores, sino las subvenciones, las pretensiones y la listeza de los que sin pies ni cabeza dan coherencia económica al absurdo de tener más mercancía que mercaderes, más producción que consumo, más adoradores que oro.

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