jueves, 8 de noviembre de 2012

Juan Gil-Albert

Todos gimen bajo el látigo del soberano del mundo y a él viven entregados con un frenesí que no ha sido dedicado, con constancia tal, a divinidad alguna. Unos son ricos, otros siguen siendo pobres, unos creyentes, otros descreídos, estos cuerdos, aquellos dislocados, múltiples diversidades de hombres, pero todos coincidirán en un blanco fijo y absorvente: el dinero. Todos se levantan de su cama bajo la advocación del único impositivo que mueve la vida toda de la humanidad: tengo, no tengo.

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