domingo, 12 de julio de 2015

12/07/2015

Los  poemas  pintados en  la  piel,
apetecidos como  el  agua  cuando  la sed se  desboca
o  rechazados como el  fuego  cuando  la  luz  nos  quema.
Esta  tarde de Julio las palabras  no están  en  la  órbita
de  mi  corazón  ni  de  mis  ojos. Resuenan  como  golpes
de  hace  muchísimos siglos,  como  si  la esperanza no  tuviera
otro  motivo  ni  otra espera que  decirme: ¡Condiós vayas!
Y no me quedan  otros  versos que  los que  te entregué
a cambio de la  vida, cuando éramos capitanes de  la  Goleta Luna,
naufragada allá  por  las Antillas y  nos  vinieron a salvar  con  sogas,
mientras dibujaban  tu  cuerpo  las  mareas. Y me  iba  yo  con ellas.

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