viernes, 13 de noviembre de 2015

Ramón Gaya

EL   TÉVERE  A   SU   PASO   POR   ROMA

El  Tévere  se extiende como el  brazo
de  una madre  cansada  y  perezosa;
sus aguas son de  carne entreverdosa
y es  blando el ademán, antiguo el  trazo

de esa  línea curvada de su abrazo;
no es  un  río  presente, es  una  fosa,
es  una  tumba  viva  y  temblorosa
que  va  hundiéndolo  todo en  su  regazo;

y el  pesacador   inmóvil,  silencioso,
el  "froccio" casi  lírico,  la  rata
repentina, las  putas ambulantes.

un  pájaro saltando,  un  "cane"  ocioso,
un  lujo de  basuras -vidrio,  lata-,
le  bordan  dos  orillas delirantes.



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