jueves, 18 de marzo de 2010

diez del doce de dos mil nueve

A la hora en punto
llegó ella, sofocada,
los labios casi morados
y brillándole los ojos,
una flor cual un pájaro
en su mano de niña;
y a la hora en punto
se fue como cansada,
una piedra sin mundo
en su mano de anciana.

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