sábado, 29 de diciembre de 2012

A Álvaro Valverde

De  falsa  levedad sus  ojos  llenos,
no  lo  reconocí   ni en  sus  palabras
ni en  sus  hechos,
y  me  inundó algo así  como  la pena
frente al  suicidio de mi  orgullo
bajo su  mirada esquiva;
por eso y  porque ser  poeta
no es  ningún  oficio,
ni  lo es quien quiere  tampoco,
voy a decirte algo, amigo,
sin que  sirva de  precedencia:
Que  mientras siga  fiel
a quien  más me amó en  el  mundo,
ante  tus  falsas  y  huidizas apariencias,
podré  sentirme  vivo.

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