Cuando el frío nos endurece o ablanda
los costados, y la soledad nos duerme y nos despierta,
echo mano de tus manos tiernas y extensas
como abrigo que proteja mis deseos desnudos,
mis pensamientos helados, y tú apareces latiendo
por todos los rincones de mi cuerpo.
No daña ese bálsamo consciente o inconsciente
que, sobresaltada, extiendes por la superficie de mi ser
absurdo a veces, a veces milagroso.
Cuando el frío nos endurece o ablanda
los costados, DASCA, busco la palabra
que borde en tu corazón mi nombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario