Vivo en Extremadura, que dicen es un erial cultural, y antes vivía en Cataluña, que digo es un erial social. Y escribo lo que sigue a cuenta de algunas cosas que he leído sobre si tal o cual gobierno está desmantelando el estamento cultural, la red de bienes y derechos adquiridos por las personas y entidades culturales, de cualquier tipo.
En Espña, en general, sobran editoriales y se publican un sinfín de libros; pero no hay lectores ni tampoco una crítica honrada, sincera y capacitada. Los periódicos son puramente informativos, cuando llegan a serlo, dependientes de grupos editoriales y económicos e ideológicos, y los artistas, en su mayoría, lo mismo.
Los escritores saben que no los lee apenas nadie, lo saben. Y si no lo saben, es que no conocen la realidad española, no sólo la extremeña, la española. Por eso, y al hilo de lo que uno lee y oye, me atrevo a afirmar lo que estoy escribiendo. Las bibliotecas están casi siempre vacías, igual que las salas de exposición, salvo esas en que se publicita una y mil veces que están exponiendo la muestra del año. Los museos, salvo algunos, se mueren de aburrimiento. Pondré un ejemplo que me hizo pensar en lo que ahora estoy expresando. He visitado en varias ocasiones el Museo Abstracto de Cuenca, y nunca me encontrado más de tres personas dentro. He visitado muchas veces, también, Yuste y la Catedral de Plasencia, y me ha sucedido algo semejante. Fui al cine a ver Pasión de los Fuertes, de Ford -mejor director, según Orson Welles de la historia del cine- y asistíamos en total cuatro personas a la sesión de la que hablo. Sin embargo, casi siempre veo llenos los bares, las discotecas y cafeterías repletas.
Hace unos meses exponian en la Casa Encendida de Madrid a dos de los más grandes creadores artísticos que ha dado este país: Ullán -el poeta- y Diego Lara -el diseñador-, pues bien, en la mencionada exposición me encontré con unaaaaaaa, persona. En fin, por terminar ya con esta imagen de la verdad, que acaso es sólo mía, yo diría que no es que al burro le falte grano, es que el burro no lo quiere y, hasta incluso supongo, por lo visto durante cincuenta y tantos años, prefiere la paja.
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