domingo, 9 de septiembre de 2012

a cuento de cuentas que no me cuadran

Vivo en  Extremadura, que dicen es  un erial  cultural, y antes  vivía en  Cataluña, que  digo  es  un erial  social.  Y  escribo lo que  sigue a cuenta de algunas cosas que  he  leído sobre si  tal  o cual  gobierno está desmantelando  el  estamento  cultural, la red de  bienes y derechos adquiridos  por las  personas  y  entidades culturales, de cualquier  tipo.
En  Espña, en  general,  sobran  editoriales y  se publican  un  sinfín de  libros;  pero  no  hay  lectores ni  tampoco   una  crítica  honrada, sincera  y  capacitada. Los  periódicos son  puramente  informativos, cuando  llegan a serlo, dependientes de  grupos editoriales  y económicos  e  ideológicos,  y  los artistas, en  su  mayoría,  lo  mismo.
Los escritores saben que  no  los  lee  apenas  nadie,  lo saben.  Y si  no  lo saben, es  que  no conocen  la realidad española, no  sólo la extremeña,  la española. Por  eso,  y al  hilo  de   lo que  uno  lee  y  oye,  me atrevo a afirmar  lo que estoy  escribiendo. Las bibliotecas están  casi  siempre  vacías,  igual que  las salas de  exposición, salvo esas  en que  se  publicita  una  y  mil  veces que  están  exponiendo la muestra del año. Los  museos, salvo algunos, se  mueren de aburrimiento. Pondré  un ejemplo que me  hizo  pensar en lo que ahora estoy  expresando. He visitado  en  varias  ocasiones el  Museo  Abstracto de Cuenca, y  nunca  me  encontrado  más de  tres  personas dentro. He visitado  muchas  veces,  también,  Yuste  y  la  Catedral de Plasencia,  y  me    ha  sucedido  algo semejante. Fui  al  cine a ver Pasión de los  Fuertes,  de  Ford -mejor director, según  Orson  Welles de la  historia  del  cine- y asistíamos en  total  cuatro  personas a la sesión de  la que  hablo. Sin embargo, casi siempre  veo llenos los bares, las discotecas  y  cafeterías repletas.
Hace  unos meses  exponian  en  la Casa Encendida de Madrid a dos de  los  más  grandes creadores artísticos que  ha dado este  país: Ullán   -el  poeta- y Diego  Lara -el  diseñador-,  pues  bien, en  la  mencionada  exposición  me encontré  con unaaaaaaa, persona. En  fin, por  terminar  ya  con esta imagen  de la verdad, que acaso  es  sólo  mía, yo diría que  no es que al  burro  le  falte  grano, es que el  burro  no  lo quiere y,  hasta  incluso supongo,  por  lo  visto  durante  cincuenta  y tantos años, prefiere  la paja.

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