martes, 25 de septiembre de 2012

Me  acuerdo de aquel  día
en  que  un  hombre solitario
paseaba  por  las calles de Ávila
y  leía yo   un  libro de  poemas
de Francisco Pino.
Íbamos sin  futuro los  dos
juntos hacia el  dolor
que  cura siempre el  olvido.
Tú llevabas unas  flores
ya  muertas del  jardín
que  habías sembrado/ en  mí
y  yo  tenía  los  ojos  clavados
en aquel   hombre que dormía
en  mis sueños de antaño.
Me acuerdo de aquel  día
hoy que corté  los dondiegos
que  nunca  un  hombre solo
sabe  dónde y  cómo/   llevarlos.

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